Analizando conceptos
Hablemos sobre migración y refugio
Fotografía: Unsplash. CHUTTERSNAP
Cuando hablamos de migrar, hablamos de un movimiento de personas que parten de su lugar de nacimiento y residencia a otro lugar distinto donde establecerse.
Los motivos de una migración pueden ser muy diversos: es posible que migremos para mejorar nuestra situación económica, para estudiar, para trabajar o para huir de situaciones como la pobreza, la violación de nuestros derechos u otros peligros como condiciones climatológicas inviables para sostener la vida (sequías, inundaciones, desastres naturales), hambre…o puede que emprendamos un viaje migratorio en busca de asilo, debido a guerras o persecución.
Como ya hemos visto anteriormente, tanto migrar como solicitar refugio son dos derechos humanos fundamentales, reconocidos en la declaración universal de los derechos humanos. Cualquier persona, en cualquier parte del mundo, debería tener la libertad y gozar de las condiciones necesarias para poder migrar o solicitar refugio en cualquier estado. Pero la realidad es que la creación de las fronteras y las políticas nacionales e internacionales sobre migración, han supuesto un antes y un después para la historia y la vida de muchas personas.
El derecho a movernos libremente por el mundo ya no es un derecho, es un privilegio, del que no muchas personas pueden gozar y que cada vez es más dificultoso y arriesgado para la vida. La migración se ha convertido en un negocio para mafias, en un arma arrojadiza para los países y en una amenaza fantasma para quienes viven anulados por el desconocimiento o la ignorancia.
Es obligación de los estados el establecimiento de vías seguras que protejan a las personas migrantes y refugiadas de las diferentes violencias a las que se ven expuestas en el proceso migratorio, así como responsabilidad de la ciudadanía la defensa de los derechos de estas personas que, de manera sistemática, están siendo vulnerados. Es aquí justamente donde, desde Médicos del Mundo, tratamos de incidir con más fuerza, pues es en la movilización de la ciudadanía donde nace el cambio y la transformación social que combaten todas las injusticias. Es un compromiso que nace de nuestro lado más humano y que nos sitúa en el epicentro de esta lucha compartida.
Analizemos conceptos
¿QUÉ ES EL REFUGIO?
¿Es una persona migrante igual a una persona refugiada?
Es aquella que ha tenido que salir de su país y no puede volver a él por temor a ser perseguida por motivos de origen étnico, religión, nacionalidad opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual. La condición de persona refugiada la reconoce el Estado al que se solicita protección internacional.
ENTONCES
¿Qué es una persona migrante?
Según ACNUR, cuando hablamos de una persona migrante, nos referimos a personas que toman la decisión de desplazarse para establecerse en otro país con el objetivo de mejorar las perspectivas de futuro de sí mismas y de sus familias. Por tanto, una persona migrante no está huyendo de una situación de persecución u otros motivos establecidos en la definición que hemos visto anteriormente o, de ser así, su estado podría ofrecerle la protección necesaria y por tanto, no podría considerarse que precise de protección por parte de otro Estado.
Para situarnos, debemos entender también qué es el derecho al refugio o asilo:
la protección que da el Estado a la persona a quien reconoce la condición de refugiado.
El derecho al asilo, como el derecho de todos a buscar protección en otro país en caso de persecución, es un derecho humano recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos, Artículo 14.1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
A aquellas personas que no reúnen todos los requisitos para obtener el asilo y que por tanto no obtienen la condición de refugiadas, pero que de regresar a su país de origen se enfrentarían a un riesgo real de sufrir un daño grave (condena a pena de muerte o riesgo de ejecución material, tortura y tratos inhumanos o degradantes, amenazas graves contra la vida en situación de violencia indiscriminada por existencia de un conflicto), el Estado les otorgará el derecho a la protección subsidiaria.
La protección concedida con el derecho de asilo y la protección subsidiaria consiste en la no devolución ni expulsión de las personas a quienes se les haya reconocido, así como el reconocimiento de otros derechos como la autorización de residencia y trabajo permanente, la expedición de documentos de identidad y el acceso a la educación, a la asistencia sanitaria, a la vivienda, a la asistencia social y servicios sociales, entre otros.
Para que el Estado conceda el derecho de asilo y así reconozca la condición de refugiado, el procedimiento se inicia con la presentación de una solicitud. Desde que se presenta la solicitud, el solicitante de asilo tendrá reconocidos ciertos derechos, como el de la suspensión de cualquier proceso de devolución, expulsión o extradición que pudiera afectarle. Solicitada la protección, la persona extranjera no podrá ser objeto de retorno, devolución o expulsión hasta que se resuelva sobre su solicitud o ésta no sea admitida.
La ley española 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria, también reconoce la condición de refugiado.
La normativa española y europea, incluye específicamente como motivos de persecución, además de los incluidos en la definición de la Convención de Ginebra, los de género u orientación sexual.
Fuente: Naciones Unidas (1948). Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Naciones Unidas (1951). Convención sobre el estatuto de los refugiados (Convención de Ginebra).
Ley 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria. «BOE» núm. 263, de 31 de octubre de 2009.
Refugiadas
¿Cuántas personas refugiadas hay en el mundo?
La realidad es que hay miles de personas que migran por otros motivos que, aunque no encajan en esta definición de persona refugiada, hacen que nos replanteemos el hecho de que sean migraciones totalmente voluntarias o libres. Cuando no tienes qué comer, cuando vives en una zona inundada, desertificada o donde tus derechos son vulnerados sistemáticamente sin acceso a un sistema de salud de calidad, a la educación, al empleo o a una vivienda digna donde poder desarrollar tu vida, no sólo buscas mejorar tus perspectivas de futuro sino también salvar tu vida y la de tu familia, emprendiendo un “viaje” en muchas ocasiones, “sin retorno”.
Algunos datos para situarnos
Según datos de ACNUR, a finales de 2020 más de 82,4 millones de personas en todo el mundo se han visto obligadas a huir de sus hogares.
Entre ellas hay 26,4 millones de personas refugiadas, de las cuales 5,7 millones eran personas refugiadas palestinas.
Más de la mitad de el total de personas refugiadas eran memores
de 18 años y 4,1 millones eran solicitantes de protección internacional.
Principales países de acogida son:
Turquía
Colombia
Paquistán
Uganda
Alemania
Principales países de origen son:
Siria
Venezuela
Afganistán
Sudan del Sur
Myanmar
Como podemos observar en los datos, la mayoría de las personas que deciden migrar para solicitar asilo en otro país, lo hace a países vecinos, según datos de CEAR, hablaríamos de un 86%. Alemania es el único país europeo que se encuentra entre los diez primeros países de acogida.
En el caso de España, según datos de CEAR, en 2020 se presentaron en España 88.762 solicitudes de protección internacional, siendo sólo el 5% de ellas favorables.
La situación de las personas que se encuentran “bloqueadas” en las zonas fronterizas o atrapadas en campamentos para personas refugiadas son infrahumanas. La escasez de alimentos, la falta de recursos sanitarios, la imposibilidad de tener una vivienda con unas condiciones mínimas de habitabilidad y salubridad y la falta de acceso a vías seguras para lograr llegar a un país o realizar la solicitud de la protección internacional, sitúa a estas personas en unas situaciones de extrema vulnerabilidad.
El proceso migratorio, algo más que un viaje.

Migrar no es un viaje sin más. Emprender un viaje en busca de asilo, no es un viaje sin más. Hay muchas formas de migrar, muchas vías diferentes a través de las cuales podríamos hacerlo y diversas situaciones. La pobreza, el sexo, nuestra orientación sexual, condición política, cultura, origen…todas ellas serán determinantes en el proceso migratorio.
No es un viaje cualquiera, es un camino lleno de obstáculos que se deben sortear, obstáculos que no son sólo económicos, sino también emocionales, físicos, administrativos, jurídicos o, incluso, penales.
El viaje migratorio de una persona puede durar años. Dependiendo del lugar del que parta y el lugar al que trate de llegar se verá obligado/a a cruzar una, dos, tres, cuatro, cinco…no sabemos cuántas fronteras, exponiéndose en cada una de ellas a diferentes tipos de violencia: estructural, física, sexual, psicológica, institucional…
¡STOP!
Deja lo que estés haciendo por un par de minutos, busca un lugar tranquilo, en soledad, y piensa…
¿Puedes imaginar ese viaje?
Tienes que partir de tu hogar, abandonar todo lo que tienes, todo aquello que has construido. Tu casa, tus objetos más preciados, tu familia y amigos/as, quizás a tu pareja o tus hijos e hijas. Preparas una mochila con lo más esencial o al menos, lo que consideras más esencial. Y partes, a lo desconocido.
¿Puedes sentirlo?
El dolor, el miedo, la incertidumbre, la tristeza, el amor, el coraje, la fuerza, la rabia, la ira, la motivación,…
El cansancio, el dolor, la rabia, la superación, el rencor, la incredulidad, la desconfianza, el sueño de viajar…
¿Puedes imaginar el camino?
En cada paso que das encuentras una barrera, un nuevo obstáculo que sortear. La falta de medios económicos, no conocer el idioma de los lugares por los que tienes que transitar, la pérdida de algunas de las cosas con las que empezaste el viaje…el hambre, la sed, el frío y el calor. La enfermedad, el sueño y la falta de él. Quizá también te encuentras gente en el camino que te brinda su apoyo, una mirada de afecto, un abrazo…
¿Puedes imaginar llegar a tu destino?
Has estado meses o puede que años sin poder ver a tus familiares y amistades. Has mantenido el contacto por teléfono cuando has podido y has conseguido hacer amistades nuevas en el camino que, ahora, te sirven de apoyo. Has llegado a tu destino y crees que ahora todo irá mejor, pero la realidad vuelve a ponerse delante de ti como un muro gigante, invisible pero tremendamente difícil de trepar. Tienes que regularizar tu situación, aprender el idioma y formarte para poder encontrar un empleo y así poder enviar dinero a tu familia y, además, lograr mantenerte en el país.
¿Qué necesitarías?
Necesitarías cosas elementales para cubrir tus necesidades básicas, como alimentación, una vivienda, etc. Pero… también necesitarías algo que, muchas veces, es más complicado de conseguir. Por ejemplo, comprensión por parte de las personas que te encuentres en el camino, empatía y respeto. En definitiva, necesitarás reconstruirte, volver a crear una nueva identidad, ya que has dejado mucho atrás y estarás en proceso de construcción identitario.
Al menos 2.276 personas perdieron la vida en 2020 tratando de alcanzar costas europeas, según datos de CEAR. Además, miles de personas son víctimas de trata con fines de explotación sexual, laboral o mendicidad como consecuencia del abuso de poder de las mafias ante estas situaciones de extrema vulnerabilidad en las que se encuentran las personas migrantes y refugiadas.
Las fronteras son cada vez menos seguras. A pesar de que la Declaración Universal de los Derechos Humanos protege a cualquier individuo, la realidad es que estos derechos son vulnerados sistemáticamente, más aún, cuando la situación administrativa de la persona en esos países es irregular.
Y, nuevamente, al llegar al país de destino tendrán que enfrentarse con otras barreras como el racismo, la xenofobia o la aporofobia, además de las barreras administrativas, lingüísticas, culturales…
El racismo es una actitud discriminatoria que consiste en la creencia de que existe una jerarquía de razas humanas inmutables con determinadas diferencias genéticas, considerando a algunas de ellas inferiores intelectual, social y moralmente.
La xenofobia hace referencia al miedo, odio o rechazo a las personas inmigrantes. Es una ideología que consiste en el rechazo de las identidades culturales que son diferentes a la propia. Como concepto más reciente, la aporofobia es el miedo y rechazo a la pobreza y a las personas que la sufren. La diferencia con el racismo y la xenofobia, es que no se discrimina a personas migrantes o de minorías étnicas cuando tienen recursos económicos o relevancia social. Según Adela Cortina, filósofa que acuñó este término, “No es el extranjero sino el pobre el que molesta”.
Por eso, cuando pensamos en que una persona emprende este viaje no podemos olvidar que el riesgo y la dificultad que entraña es tan grande como la misma necesidad.
Nuestra sociedad sigue llena de prejuicios racistas, que debemos de revisar para impedir que supongan discriminación. Para ello, es fundamental reflexionar sobre nuestros propios estereotipos y prejuicios. Si hemos crecido en un ambiente racista, machista, clasista… es normal que nuestro cerebro esté impregnado de ellos. Esto es frecuente, y hay que aceptarlo para poder revisarlo y deconstruirnos. Si no nos lo planteamos, seguramente sigamos reproduciéndolo.
Un estereotipo es una representación repetida frecuentemente que simplifica la realidad. Los estereotipos categorizan y describen a un grupo, y los rasgos que se generalizan pueden incluir personalidad, emociones, aficiones, gustos y actitudes; son compartidos por muchas personas. Estereotipar es un proceso común y natural en las culturas alrededor del mundo. Los estereotipos pueden ser activados sin darse cuenta conscientemente, y pueden influenciar actitudes y comportamientos. Según el psicólogo Gordon Allport, un prejuicio es “una actitud hostil hacia una persona que pertenece a un grupo suponiéndose, por lo tanto, que posee las cualidades objetables atribuidas al grupo”. Se refiere a elaborar, tener o emitir juicios sin suficiente información o conocimiento, siendo generalmente negativos. Las concepciones prejuiciosas pueden estar basadas en el género, etnia, color de piel, o cualquier otra marca o elemento. En la creación del prejuicio influyen mucho los estereotipos. Los estereotipos y los prejuicios pueden engañarnos e interferir en nuestras relaciones con los demás y generar espacios de exclusión, injusticia y violencia. Por ello, debemos tomar conciencia de cuándo tenemos ideas estereotipadas o cuándo nos relacionamos anteponiendo prejuicios hacia otras personas. Como resultado de la existencia de estereotipos y prejuicios, se puede dar discriminación, que es una actitud y/o conducta negativa hacia una persona o un grupo de personas. Muchos procesos de discriminación surgen de prácticas e ideologías muy sutiles.